23/10/08

LLANTO DE OTOÑO

Camino por un paseo de baldosas castañas aturdido por el frío viento del norte.

El crujir pálido y el viento cortante en mi rostro hacen que mis facciones duerman blanquecinas en un mármol salpicado de cenizas, tan deslucidas, que recuerdan al cielo que las precedía.

Mis manos tiemblan como un alambre solamente sujeto por un extremo, cuando intento, fallidamente, cobijarlas en los bolsillos. Sólo la punta de los dedos logran llegar al refugio, y como la punta de una cerilla, prenden al instante.

Observo el transitar de la gente como una nube de humo evaporándose, surge de ellos un cuadro recién pintado, quedando reflejados en la obra puntillista de un charco.

El viento se enfurece queriendo quedarse solo, la lluvia llora lágrimas que no van a ninguna parte y los árboles quieren huir ante la petición de soledad del viento.

Todo queda anclado, helado... mojado.

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